jueves, 3 de abril de 2014

El Concejo Abierto. Daniel Boyano Sotillo.




El Concejo Abierto vive.

 Acercamiento al mundo rural asambleario.

Daniel Boyano Sotillo
Colectivo El Huerto del Pozo
19 de marzo de 2014

Si planteamos objetivos y metas elevadas, el simple hecho

de caminar hacia ellas ya nos permite elevarnos un poco



Casi no hay día en que no aparezca un reportaje importante sobre la amenaza de destrucción del patrimonio natural o la vulneración de los derechos de las personas justificados por la crisis multisistémica imperante. En febrero de 2014, por ejemplo, un reportaje de un afamado canal de televisión se centraba en el problema de la despoblación rural y su relación con los incendios forestales.

 La cuestión de cómo administrar  adecuadamente los recursos naturales utilizados por muchos seres humanos está todavía por solucionarse. Algunas personas confían que "el Estado" controle estos recursos para impedir su desaparición; otras, sugieren que su privatización resolvería todos los inconvenientes. Sin embargo, lo que se observa en el mundo es que ni el Estado ni el mercado han logrado con éxito que la sociedad mantenga un uso productivo, a largo plazo, de dichos bienes naturales. Además de éstos, existen otras formas de organización social que no se parecen ni al Estado ni al mercado, sino que han regulado de manera comunitaria, asamblearia y directa los sistemas de recursos con grados razonables de éxito durante largos periodos. Nos estamos refiriendo a los Concejos Abiertos, que trabajaban y trabajan (1), principalmente, sobre los espacios comunes de los pueblos y aldeas. Son los grupos humanos, su articulación ambiental, económica y social, sus pautas culturales, y no meramente la legislación, lo que explica su dinámica.

Se denominan Concejos Abiertos a la realización de asambleas por parte de los vecinos y vecinas, donde se trabaja el autogobierno y se toman las decisiones sobre el patrimonio y sobre las cuestiones que afectan a la comunidad. En otras  palabras, los Concejos Abiertos son verdaderos ejemplos de democracia real participativa, son escuelas políticas de base autogestionadas por la vecindad donde la mujer tenía derecho a voto (varios siglos antes de que el Estado Español, y otros estados lo permitieran). Las decisiones más importantes sobre sus bienes vitales (montes, agua, caminos…) se tomaban  oyendo la voz de toda la vecindad sin excepción.

En el subconsciente de las personas de los pueblos siempre se entendía el concejo como una reunión para organizar el trabajo en espacios comunes, que, a su vez, disfrutaban de los beneficios realizados por el Concejo Abierto. “El concejo lo formaban los vecinos del pueblo. En cuanto se formara una casa aparte ya tenía que ir al concejo un representante de esa nueva casa" como contaban en Terroso el señor  Santiago y el Ti Galán.

El Concejo Abierto no trataba solo de satisfacer las necesidades materiales de una determinada localidad, sino que también las necesidades humanas psicosociales, de tipo inmaterial, la de apego, identidad, afecto, compañía y cariño, de generosidad y servicio desinteresado, hoy casi por completo desaparecidas, según  Justa, vecina de Puebla de Sanabria de casi 100 años de edad "hoy prevalece el quítate tú para ponerme yo, al no haber  amor a nada ni nadie. Cada uno va lo suyo y solo se centran en lo material. Se está perdiendo la hermandad ya que antes los vecinos eran como hermanos y si ocurría algo en una casa todas las personas acudían para ayudar".  De estas palabras se puede deducir que el calor colectivo ha sido sustituido por el frío individualismo y falsa libertad.  

Los Concejos Abiertos son el fruto de un largo proceso de organización, cultura y administración territorial ancestral donde la mujer y el hombre, enraizados en su tierra,  coexistían mediante un vínculo de unión entre la naturaleza y sus pobladores humanos que se ocupaban y preocupaban por ella, ya que dependían de esta para vivir.

En los Concejos Abiertos, no había representantes, y son una forma de asamblea vecinal y popular cuya existencia hay que buscarla en la alta Edad Media, manteniendo una continuidad histórica de más de diez siglos. Podemos asegurar que era muy amplio el comunal en los siglos pasados, esto es, el conjunto de recursos y patrimonio (cuentos, canciones, recetas grastronómicas, sierras, molinos, hornos, bueyes, acequias de riego, coutos…) (2) que desde sus orígenes eran administrados por las y los vecinos de los pueblos por medio del Concejo Abierto, ya que a la vecindad pertenecían. De este modo, nuestras y nuestros antepasados durante siglos han asistido a asambleas gubernativas, han hablado en ellas y han decidido sobre sus vidas, como en el caso de Rio de Onor, donde el Concejo era la entidad que organizaba la vida socioeconómica del municipio como decía Antonio, vecino del pueblo "Se juntaba un vecino por cada casa para cada acción en Concejo Abierto, y al final de la votación se hacía recuento y se veía quien había obtenido más votos". Si ese es nuestro pasado, perfectamente conocedor de su entorno, ése mismo ha de ser nuestro futuro, si bien adaptado a la realidad contemporánea. 


Escasas son las reseñas de cómo estaba conformado el comunal, aunque si se puede hacer un acercamiento donde predominaba un monte en mosaico, coexistiendo áreas de preferente uso agrícola frente a otras de uso forestal y pasto, resultado de un equilibrado manejo silvo pastoril.  La administración del monte comunal mediante Concejo Abierto se realizaba con un alto grado de eficiencia ecológica y de sustentabilidad de los ecosistemas lo que le otorgaba un indudable valor social, cultural, ambiental y paisajística. 

Se trabaja a favor de la naturaleza y no en su contra para que proporcionara lo que se necesitaba para mantener la vida, con un menor esfuerzo y sin provocar daños, al replicar sus procesos naturales, adaptándolos a las necesidades humanas.   Así mismo, la base de su funcionamiento consiste en que  lo que resulta beneficioso a nivel grupal y ambiental también lo era a nivel individual y viceversa.



En la actualidad pervive esta forma de estructura social en un destacado número de pueblos y aldeas, donde el toque de la campana, el famoso toque a concejo, era y es la llamada que alarma a la vecindad para que una persona por vivienda vaya a  reunirse y tomar decisiones en lo referido al patrimonio común o comunal llegando a acuerdos, al tener un gobierno local propio y autónomo organizado de forma asamblearia. Como decían en el pueblo de Rábano "el trabajo no era  una pena; era un progreso agradable. Feliz por la serenidad de la razón y por la ayuda del prójimo que duplicaba su felicidad; feliz por las libertades de la tierra y por las fáciles atenciones que aumentaban mis goces, especialmente en los encuentros festivos que se hacían al finalizar la facendera"

Una de las tareas del Concejo Abierto eran y son trabajos comunitarios de raíz democrática, que se ejecutan mediante las Hacenderas o Facenderas, palabra derivada del latín "facienda" (lo que ha de hacerse) y que se refiere al trabajo al que debe acudir todo el vecindario por ser de utilidad común. Las facenderas son el pueblo en acción para realizar una labor común, en un terreno común, con un beneficio común.

Desde el punto de vista organizativo, había diferentes formas de convocatoria (3) según decían las personas del pueblo de Terroso “Tenían un sitio para juntarse para el concejo. Antes en Terroso era las Peñas o el Cabeceiro, o bajo un árbol en San Martín era el Sagrado de la Ermita. Tocaban la campana, o una caracola y allí se reunían”

El espíritu comunitario animaba a las facenderas. Cada vecino o vecina debería tomar parte en las facenderas a no ser que existiera un motivo que le eximiera ya que las áreas rurales tenían sistemas de organización basadas en el apoyo mutuo, no subyugados por la lógica de la acumulación y del beneficio, auto gestionados, no jerarquizadas y de marcado carácter local.

Había tiempos fijos para algunas facenderas, como era febrero o marzo, para limpiar fuentes, presas, canales, riberas de ríos y arreglar puentes; junio, para el arreglo de caminos y pasos necesarios para sacar la hierba; septiembre, para sacar el abono, recoger la hoja o la leña y los meses de invierno para apalar la nieve, haciéndose cada uno cargo de su varal o trecho. De esto se deduce que cada persona desarrollaba sus capacidades para ejecutar diferentes tareas, otra importante diferencia con el mundo actual especializado. Por tanto, las facenderas eran un trabajo común que combinaban el territorio, la sociedad, la ecología y la economía.

Los entes Estatales tienen en este campo de las costumbres aún mucho que aprender  y dejar hacer, a fin de que se recupere el sentido no solo práctico y efectivo, sino el cívico y comunitario de una institución tan sabia y meritoria como es el Concejo Abierto y su trabajo mediante facenderas. La Real Academia de la Lengua tampoco colabora en su pervivencia. En su última edición ha decidido suprimir del término ‘hacendera’ la última acepción: “Trabajo a que debe acudir todo el vecindario, por ser de utilidad común”, y lo coliga a labores para la hacienda propia. 



En la mirada de las personas que habitan hoy estos pueblos y aldeas, todavía se observa la unión e ilusión que les permite crecer, desde un enfoque humano, hacia dentro y hacia afuera. “A una mujer se le moría el marido y se quedaba ella abandonada. Se juntaba el pueblo y le hacían el trabajo en un día, un domingo, y se lo hacían.” (Pura, San Juan de la Cuesta).



La finalidad principal de los Concejos Abiertos era el trabajo mediante hacenderas o facenderas, pero había concejos extraordinarios frecuentes para tratar cuestiones generales que afectaban al pueblo. Aunque eran menos usuales, también se daban los Concejo deliberativos. Como explicaban en el pueblo de Santa Colomba “El concejo era para organizar el trabajo, pero también había concejos para hablar. Si había que dar alguna disposición que viniera de improviso, se reunía al pueblo para darla a conocer. Las informaciones y asambleas se daban en los castañeiros grandotes, en  concejo abierto…”

Otra competencia del Concejo Abierto era mantener la relación humana entre la vecindad mediante Concejos Extraordinarios, poniendo fin a los enfrentamientos y reconciliando a quienes hubieran tenido desavenencias. Se solucionaban los conflictos simplemente hablando mediante el autogobierno de los iguales, sin dominadores ni dominados. En Terroso, contaba el vecino Santiago “Era como un apoyo de unos con otros, aunque se llevasen mal, se llegaba al concejo, hay que hacer esto, y se acababan las rencillas. Incluso había Concejos que se desarrollaban entre dos pueblos”

En el mundo concejil de la aldea se encuentran algunos de los ingredientes claves para el sustento de la cultura popular. El pueblo o aldea, en los siglos de máximo esplendor del Concejo Abierto, era creador de cultura, no consumidor, y el humano medio no solía ser, como ocurre ahora, un sencillo espectador, si no que mostraba sus habilidades al resto para que todas las personas pudieran deleitarse. Un ejemplo de este valor cultural era la fiesta, que también se organizaba mediante Concejo Abierto y no se compraba como ocurre en el presente. Según Emilio de Robledo "trabajas, pero te lo pasabas bien, se mezclaban los rapaces y las rapazas jóvenes, había vino y se ofrecía comida, hablabas, pero no se solían emborrachar ya que se respetaba mucho. La mayoría de las fiestas se correspondían con el final de trabajos comunales o facenderas".

La principal pretensión de la fiesta popular era proporcionar goce lúdico y diversión, pero también consolidar y desarrollar la cultura propia de cada pueblo. Ello se lograba con la comida y la bebida, con los bailes, música y los trajes tradicionales, pero sobre todo con los fuertes lazos de hermandad y mutua consideración que existía entre el vecindario. Además el festejo servía de complemento al trabajo; se trabajaba cantando y muchas veces era difícil establecer diferencias nítidas entre trabajo y fiesta.

Partiendo de esta crisis actual, entiendo crisis como cambio, principalmente moral, base para el resto de transformaciones, la vuelta al Concejo Abierto basado en las tierras comunales, pretende poner en valor dichas formas ancestrales de entender y afrontar la vida imitando a la naturaleza y la colectividad donde la economía era un simple subsistema de la ecología local.

Estas personas tenían y tienen presente que al cultivar y recolectar  nos hacemos más humanos, ya que se requiere una secuencia lógica, pensar con retrospectiva y perspectiva teniendo en cuenta el funcionamiento de la naturaleza. Entendiendo de esta manera que la tierra no tiene propiedad, es decir, la tierra no es para quién que la trabaja, quizás solo sus productos, pero siempre bajo la base del respeto y la armonía ambiental.




El Concejo Abierto cuidaba del abastecimiento de la población, buscando proveedores fiables de lo que su tierra no producía y, sobre todo, fomentando tales o cuales cultivos y ganados para que lo básico fuera suficiente en el plano local. Así mismo, regulaba la circulación de bienes prohibiendo la saca de lo que no era excedentario y estimulado la importación de unos pocos productos que fuesen escasos, lo que expresa la soberanía del pueblo o aldea en el ámbito económico. Además existía una mayor equidad social y menos desigualdades económicas ya que el dinero y la propiedad privada eran prácticamente inexistentes.

El Concejo Abierto permitía, y en algunos casos todavía permite, mantener la igualdad dentro de un pueblo determinado e impedía que unas personas contaran con más recursos que otras, por ejemplo, en ocasiones estaba limitado el número de cabezas de ovejas que un vecino o vecina podía tener si se consideraba que el couto no iba a poder proporcionar suficiente alimento para las nuevas ovejas. Otro ejemplo era la gestión comunal del agua en base a la demanda y a las hectáreas totales que hubiera que regar dejando un número de horas similar a cada familia.

Pero de los  coutos, sierras (4),tierras y otros espacios comunales no solo se obtenía pasto, si no que existía un vasto conocimiento sobre plantas medicinales que en sus huertas y montañas crecían y les servían como preventivos o para recuperarse de afecciones menores como contaba una vecina de Espadañedo "la mejor farmacia es el huerto y el monte".

Era una sociedad de base orgánica, funcionando el ciclo de la materia mediante la base energética solar en la que se asentaban. La absorción de dicha energía y su conversión a través de la fotosíntesis en alimento o energía secundaria solo era viable mediante convertidores biológicos, es decir, las plantas, ya fueran silvestres o cultivadas. Cada parcela agraria formaba parte de un flujo cerrado de energía y materiales, con elevado grado de autosuficiencia productiva y con escasos intercambios con el exterior. En otras palabras se imitaba los procesos de la naturaleza de ciclo cerrado donde no existe la sobrexplotación ni residuos, porque si no este ciclo colapsaría. Su base central es que no se puede sacar más de la naturaleza que su tasa de renovación, no se puede introducir más residuos en la naturaleza que su capacidad para asimilarlos. El Concejo Abierto era un ejemplo de democracia directa popular donde todas las personas que lo componían tenían claro que vivían en un pequeño ciclo cerrado de la ecología donde todo recurso consumido se transforma en una nueva materia prima para alimentar distintos procesos.

En estos microsistemas productivos  si falla uno de estos módulos no colapsa todo el sistema en su totalidad ya que son independientes y casi autosuficientes, es decir, todo lo contrario al sistema agroindustrial global actual donde si falla uno de sus componentes colapsa todo el sistema y se producen hambrunas como las de 2008. 

Hoy los Montes Vecinales en Mano Común (5) están en el centro del debate por los beneficios derivados de las instalaciones eólicas,  las reforestaciones efectuados en ellos, los aprovechamientos cinegéticos  y micológicos,.. pero especialmente porque los vecinos y vecinas se consideran dueños de unas propiedades adquiridas y protegidas con gran esfuerzo por sus padres y madres, abuelos y abuelas o tatarabuelos y tatarabuelas.

Queda claro que la cooperación entre las personas y la naturaleza es pieza clave, y garantiza, éxito en cualquier proyecto, siendo lo más importante aprovechar los procesos naturales de la tierra manteniendo su equilibrio originario al introducir al ser humano. Se necesita recuperar los valores ancestrales antes de que desaparezcan y retornar a los ritmos de vida agrícolas equilibrados prefijados por la naturaleza.

Desde mediados del siglo pasado, el concepto de sostenibilidad ambiental ha cambiado, al igual que los procesos participativos, de ahí la puesta en valor del concejo abierto y el comunal en los últimos años, y es que los actos de cooperación local y ayuda mutua rejuvenecen en momentos de gran necesidad como es este donde el Estado de Bienestar está dando sus últimos coletazos(6).

Si se ha conservado el Concejo Abierto en muchas regiones es porque la gente que vivía de ellos los defendió en la medida en que tuvo fuerzas para hacerlo. No son residuos arcaicos que se han conservado en zonas apartadas y de montaña que no ofrecen ningún interés por haberse quedado al margen del progreso, como uno pudiera tal vez pensar a priori sino potenciales inspiradores del cambio que, juntos/as hemos de construir.





(1) Existen multitud de pueblos y aldeas que a día de hoy se rigen por el Concejo Abierto, aunque hay que tener en cuenta que se encuentra desnaturalizado debido a la expansión de la propiedad privada individual y la moneda. Hoy en día debemos distinguir dos niveles de responsabilidad en la vida local. Por un lado, la existencia del Ayuntamiento, compuesto por  el alcalde/alcaldesa, concejales/as y secretario/a, figuras impuestas en el grupo desde niveles organizativos superiores. Por otro lado, el Concejo Abierto de cada pueblo, compuesto por un miembro de cada casa. Pero no podemos olvidarnos que subsisten más de mil pueblos en España que se rigen únicamente mediante Concejo Abierto.



(2) Coto o Couto es la zona comunal de pastizal preparada por el común de los vecinos o Concejo para proporcionar hierba que se almacenaba hasta el invierno, época en la escaseaba la comida para los animales)



(3) En el Concejo de Rio de Onor encontramos la figura rotativa del mordomo (mayordomo) y en las aldeas de Viana del Bollo la figura del postor, cosa que no ocurría en el antiguo municipio de Terroso donde el responsable máximo del Concejo era el alcalde. J. Dias (1953) y N. Tenorio (1982) destacan el carácter autónomo y de igualdad entre sus miembros que daba en cada pueblo o aldea la existencia de un Concejo.



(4) Las Sierras suelen hacer referencia a los pastos estivales de alta montaña, correspondiendo una zona a cada pueblo.



(5) Son los llamados históricamente montes comunales y hoy jurídicamente denominados Montes Vecinales en Mano Común. A día de hoy tienen una ley especial, que establece el “Jurado de Montes de Mano Común”, y se rige por la comunidad de vecinos que habitan ese territorio en el que se encuentra el Mano Común. Se caracteriza porque es gestionado por la comunidad de habitantes, que adquieren ese derecho por ser vecino o vecina en ese territorio y los beneficios que del mismo se obtengan, tienen que revertirse en el “común” no se heredan, ni transfieren, etc.



(6) Otro ejemplo, esta vez en el mundo urbano lo encontramos en ciertos movimientos de regeneración asamblearia como el 15-M, destacando su trabajo en barrios donde el grado de vecindad no se ha perdido totalmente, aunque no olvidando que la aplicabilidad de la toma de decisión asamblearia es menos eficiente que en el ámbito rural debido a la presión de las instituciones oficiales o al ritmo social de vida en la ciudad.



*El artículo está redactado en pasado y presente ya que hay aspectos del Concejo Abierto que perviven.




Bibliografía

ü  Documental audiovisual La Herencia del comunal. Daniel Boyano Sotillo. Producida por El Huerto del Pozo. 2014

ü  Sanabria. Aprovechamiento tradicional de plantas y animales (1850-1950). Editorial Semuret. Juan Manuel Rodriguez Iglesia. 2013

ü  El comunal en el Noroeste de la Península Ibérica. Caso de Sanabria. Daniel Boyano Sotillo. Colectivo El Huerto del Pozo 2013.    http://elhuertodelpozo.blogspot.com.es/2013/10/el-comunal-en-el-noroeste-de-la.html

ü  Naturaleza, ruralidad y civilización. Félix Rodrigo Mora. Editorial Brulot. 2008


2 comentarios:

  1. Muy interesante toda la información que aportas. Sólo añadir que el Concejo Abierto o Batzarra (término sinónimo en euskera) pervive en la actualidad principalmente en pueblos de Navarra y Araba (en más de 600 de ellos), a pesar de que en los últimos años están apareciendo iniciativas legistlativas del gobierno español del PP que lo que buscan es limitar sus capacidades y acabar con él.
    El equivalente de la facendera en Euskal Herria es el auzolan (o "vereda" en Araba) que también sigue existiendo tanto de forma oficial (ayuntamientos que convocan oficialmente a él incluso con anuncio previo en los boletines) como de forma popular (colectivos populares que convocan auzolanes para recuperación de espacios, por ejemplo).
    Esas formas de organización popular asamblearia y autogestionaria en algunos casos (como en el de Gasteiz) se trasladaron a su organización vecinal, y así surgieron las "vecindades vitorianas" toda una forma de autogobierno con más de seis siglos de existencia que, aunque con el tiempo la limitaron hasta convertirla en una especie de organismo de apoyo administrativos para el control vecinal, en la actualidad se está intentando recuperar (las muchas cosas buenas, dejando el lado las varias muy malas) en el Casco viejo vitoriano.
    Sobre todo ello hemos escrito un libro, "Las Vecindades vitorianas. Una experiencia histórica de comunidad popular preñada de futuro", del que podéis encontrar referencias en este link
    http://lagenterula.wordpress.com/2014/06/08/nueva-edicion-del-libro-las-vecindades-vitorianas/
    Saludos

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  2. Gracias por tu información , que nos sirve para ir ampliando conocimiento

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