LEÓN FELIPE, UN POETA EN LA MEMORIA
“…pase mis días azules en la montaña de Salamanca”. Esta es la única mención del propio poeta León Felipe a su estancia infantil en Sequeros. Felipe Camino Galicia de la Rosa, León Felipe, nació en el pueblo zamorano de Tábara el 11 de abril del año 1884, y a los dos años su padre fue trasladado como notario a Sequeros, que era cabeza de partido judicial en aquellos momentos y presumía de ser una población vital. Aquí vivió hasta los nueve años, cuando se traslada a Galicia, donde estudia bachillerato y posteriormente, y a regañadientes, la carrera de farmacia.
León Felipe es conocido como el poeta del viento, por su presencia en sus composiciones, pero también porque como el viento fue persona inquieta, de gran movimiento. Vivió en Santander, Madrid, Valencia, Barcelona, Guinea Ecuatorial…recorrió toda España para recalar en EE.UU., Panamá y sobre todo en Méjico, donde está considerado como uno de sus poetas nacionales. Fue cómico, farmacéutico, administrativo, profesor, escritor… Estuvo en la cárcel por desfalco, visitó las trincheras republicanas, amparó jóvenes poetas, escribió arengas casi religiosas y se relacionó con lo más representativo de la cultura española –al menos una parte- de finales del siglo XX, desde poetas como Alberti hasta gente del espectáculo como Sara Montiel. Fallece en el año 1968.
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...
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